martes, 7 de marzo de 2017

La estabilidad política y la pensión de sus señorías

La fecha clave es el 15 de septiembre. Ese día, 591 diputados y senadores italianos cumplen sus primeros cuatro años y seis meses de mandato y entran en el selecto grupo que percibe una pensión a partir de los 65 años. Si la legislatura termina antes, no hay trato. Nadie se hará rico con ello, son unos 1.000 euros al mes. Pero

ayuda a ver el futuro de otra forma. De modo que cuando se habla de elecciones anticipadas en Italia (a celebrarse antes de verano) es fácil imaginar a quién no le convienen. La “estabilidad política” que suele invocarse, pues, es ciertamente relativa.


Esta semana el Movimiento 5 Estrellas (M5S), uno de los partidos que más parlamentarios tiene entre el grupo de los aspirantes a la pensión, ha iniciado una campaña para abolir lo que consideran un “privilegio medieval”. Luigi di Maio, el joven vicepresidente de la cámara (30 años) y político mejor situado para ser candidato del M5S, ha lanzado su ofensiva azuzando las bajas pasiones: si no se retira el “privilegio”, convocará al pueblo a las puertas de la cámara. Además, publicarán la foto y el nombre de todos aquellos parlamentarios que se nieguen a firmar la renuncia.

Pero las prebendas de sus señorías italianas todavía eran muy superiores en la anterior legislatura: hasta cinco veces. El formato se revisó y pasó de retributivo a contributivo. Es decir, técnicamente los vitalicios ya fueron abolidos. Aun así, Di Maio no descansa en su guerra. “Es mentira, la pensión de los parlamentarios es un vitalicio enmascarado, un privilegio medieval que llama a la venganza y que queremos abolir con una simple resolución”. El ahorro, calcula, será de 20 millones anuales para los ciudadanos.

No parece que nadie vaya a hacer nada. Pero hasta que le hagan caso, Di Maio amenaza con presentarse cada día en el despacho de la presidenta de la cámara, Laura Boldrini, con un jubilado —cartilla en mano— que haya cotizado más de 40 años para lograr una pensión similar a la que recibirán sus señorías. De su poder de convicción podría depender la “estabilidad política”.
FUENTE:(http://elpais.com)

Con sabor a Roma





Roma es esa ciudad en la que el tiempo se para y avanza a la vez. Se detuvo en los primeros siglos de nuestra era, luego en el Renacimiento, en el Barroco... y transcurre cada día en el barullo de sus calles. Se frenaron las vidas de los 24 becarios de la Academia de España en Roma durante los nueve meses del curso 2015-2016 que disfrutaron su estancia allí y, simultáneamente, su actividad creativa se aceleró. Fruto de esto surge Hecho en Roma, la exposición en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid) que, hasta el 2 de abril, muestra algunos de los trabajos que realizaron estos artistas en ese privilegiado lugar que es San Pietro in Montorio con el templete de Bramante como elemento único.

El peso de la arquitectura en la residencia, de alguna manera, también se ha trasladado al diseño expositivo y ha marcado el discurso de la exposición, ya que su comisario, el arquitecto Manuel Blanco Lage, ha querido acordarse de Brunelleschi, jugando con los módulos y las retículas. Prueba de ello es la contraposición o conjunción -depende de cómo se mire- de algunas obras, como las de Jorge Conde que muestra una serie de seis fotografías en las que se ve cómo algunos mendigos de la ciudad han hecho de las arcadas del acueducto Acqua Felice su hogar. A los restos de la Roma clásica le dan vida y sigue dando vida, sobre todo cobijo. En frente, como si la sala de la Calcografía Nacional fuera una basílica de una nave y estas obras marcaran el transepto, una suerte de políptico de vídeos: entrevistas con los directores o responsables de los centros y museos de arte contemporáneo, instituciones poco frecuentes hasta hace unos veinte años en Italia.

Una doble mirada, hacia el pasado y hacia el futuro, un tránsito, que se vuelve a materializar en la cabeza de Jano bifronte que Juan Zamora usa para su altar-instalación, Montorio, en la que rodea a este dios de pequeños objetos biodegradables: palitos, piedras, hojas secas, algún fruto seco y conchas... encontrados en los alrededores de su residencia, en la colina de Gianicolo. Y es que Roma ofrece lo que los becados de cualquier disciplina demandan: constantes estímulos para los sentidos tanto de la ciudad, como de los compañeros con los que conviven y la beca les proporciona tiempo para pensar, construir, equivocarse, reformular los proyectos presentados y, sobre todo, para trabajar. Dos de ellos, la escultora Clara Montoya y el poeta Andrés Catalán, coinciden en la importancia de ese tiempo, como oportunidad solo para crear. "Saber que tienes nueve meses cubiertos", señala Montoya. Catalán, que además de poeta es traductor, incide en esa idea, en la libertad que le dio saber que iba a poder escribir sin tener que traducir, que es de lo que vive.

Los becarios comparten ideas, temáticas y elementos: el Tíber está presente en Eternotevere, una pieza de Juan Zamora; en Andante (Sinfonía),la creación poética de Catalán; el mármol sin cuya textura no sería la misma ciudad como se observa en las dos grandes fotografías de José Guerrero. Además, esta roca es claro testigo del paso de los siglos, lo que ha plasmado Montoya en un vídeo de 56 minutos en el que compacta una grabación de 24 horas en las canteras de Carrara. "Una de las grandes piezas de land art de la humanidad”, como las define el comisario, “y de las que ha salido media Roma”, añade. Pero no cesa ahí su trabajo con el mármol, justo en la entrada -y salida- de la muestra, hay dos cubetas con sendos experimentos. Metamorfosis son dos procesos que Montoya controla pero no decide sobre ellos, en uno se está formando una escultura de cobre y en el otro, al contrario, se está destruyendo un bloque de mármol, ella acelera la erosión con un ácido pero desconoce cómo crecerá la grieta que ya se ha formado.

La incesante construcción de Roma a lo largo de los siglos es otra de las constantes: el arquitecto Jaime J. Ferrer Forés está trabajando sobre los edificios de Luigi Moretti y Susana Arenilla, sobre los inmuebles de época fascista, intentando feminizar las grandes esculturas de cuerpos viriles símbolos de ese momento. Con la estructura de la Academia de San Fernando dialogan directamente las fotografías de Jesús Madriñán, que Blanco Lage ha querido sacar de la sala y situarlas en la escalera de la institución y en las que hablan de tú a tú con el resto de las obras que están siempre en este espacio.

El futuro no ha hecho más que empezar para estos artistas, también para los actuales becarios que duermen vigilados por el templete de Bramante y para los futuros ganadores de esta oportunidad, cuyo plazo de solicitud de estancia para el próximo curso ya está abierto. Tres momentos de futuro y de presente romano.



FUENTE:(http://cultura.elpais.com)

Italia como ausencia



Cada equis tiempo, algún cantante español se lía la manta a la cabeza y factura un disco de melodías italianas. Generalmente, el proyecto es recibido con alborozo y (tal vez) una fugaz reflexión sobre la “extraña ausencia” de la música italiana en España.


De extraña, nada. A finales de los sesenta, los programadores de la radio musical decidieron que el pop anglosajón constituía el ideal, el estándar dorado, el modelo de modernidad. En pocos años, consiguieron que de las ondas españolas desaparecieran las voces hispanoamericanas, francesas, italianas…


Solo se hizo una excepción. Debido a la inagotable demanda de baladas románticas, los cantantes italianos superaban el veto de las radiofórmulas si pagaban el peaje de grabar regularmente en castellano. Eso explica que aquí sonara Lucio Battisti pero se ignorara a Lucio Dalla. O que Paolo Conte se quedara como personaje de culto mientras que Franco Battiato alcanzaba una popularidad asombrosa. Si cantaban en español, hasta se perdonaban esas adaptaciones que anticipaban el traductor de Google.


La eliminación de la música italiana en España coincidió con la implantación de multinacionales del disco estadounidenses como CBS o Warner, que potenciaban el producto que llegaba desde su casa matriz. Ninguna queja por la circulación del pop en inglés, que vivía tiempos extraordinariamente fértiles, pero cuesta aceptar que eso implicara cerrar el grifo que nos traía propuestas emocionalmente muy cercanas.


En plan conspiro-paranoico, alguno sospecha que se buscaba evitar las siempre enojosas comparaciones del pop nacional con el italiano. Entre los dos países hubo relaciones secretas: el primer rock & roll hecho en España seguía las pautas de los complessiitalianos. Durante años, muchos artistas recurrían al buen hacer de técnicos y músicos milaneses: allí se elaboraron discos españolísimos de Los Brincos, Joan Manuel Serrat, Ana Belén, Víctor Manuel. Hasta el término “cantautor” tiene su origen en el país transalpino.


Aceleremos al siglo XXI. Mientras aquí se desmoronaba la industria discográfica, la infraestructura creativa italiana más o menos se ha mantenido: una red de estudios, arregladores, instrumentistas, productores de alta eficiencia. Que están al servicio de unos solistas que trabajan para un público ferozmente leal, bajo la lupa de una crítica atenta y erudita.


Nada es casual: ese humus permite el florecimiento de estrellas que no tienen parangón en España. Aparte de los ya mencionados, debemos citar a Vasco Rossi, Francesco de Gregori, Edoardo Bennato, Gianna Nannini y —fallecidos pero muy presentes— Giorgio Gaber, Fabrizio de André o Pino Daniele.


Por cierto: no esperen encontrar esos nombres en los créditos de esos “homenajes a la música italiana” que se graban esporádicamente en España. Para nada. Nuestros italianófilos rara vez miran más allá de la edad de oro del Festival de Sanremo. Ellos se lo pierden.


FUENTE: (http://cultura.elpais.com)