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martes, 7 de marzo de 2017
Con sabor a Roma
Roma es esa ciudad en la que el tiempo se para y avanza a la vez. Se detuvo en los primeros siglos de nuestra era, luego en el Renacimiento, en el Barroco... y transcurre cada día en el barullo de sus calles. Se frenaron las vidas de los 24 becarios de la Academia de España en Roma durante los nueve meses del curso 2015-2016 que disfrutaron su estancia allí y, simultáneamente, su actividad creativa se aceleró. Fruto de esto surge Hecho en Roma, la exposición en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid) que, hasta el 2 de abril, muestra algunos de los trabajos que realizaron estos artistas en ese privilegiado lugar que es San Pietro in Montorio con el templete de Bramante como elemento único.
El peso de la arquitectura en la residencia, de alguna manera, también se ha trasladado al diseño expositivo y ha marcado el discurso de la exposición, ya que su comisario, el arquitecto Manuel Blanco Lage, ha querido acordarse de Brunelleschi, jugando con los módulos y las retículas. Prueba de ello es la contraposición o conjunción -depende de cómo se mire- de algunas obras, como las de Jorge Conde que muestra una serie de seis fotografías en las que se ve cómo algunos mendigos de la ciudad han hecho de las arcadas del acueducto Acqua Felice su hogar. A los restos de la Roma clásica le dan vida y sigue dando vida, sobre todo cobijo. En frente, como si la sala de la Calcografía Nacional fuera una basílica de una nave y estas obras marcaran el transepto, una suerte de políptico de vídeos: entrevistas con los directores o responsables de los centros y museos de arte contemporáneo, instituciones poco frecuentes hasta hace unos veinte años en Italia.
Una doble mirada, hacia el pasado y hacia el futuro, un tránsito, que se vuelve a materializar en la cabeza de Jano bifronte que Juan Zamora usa para su altar-instalación, Montorio, en la que rodea a este dios de pequeños objetos biodegradables: palitos, piedras, hojas secas, algún fruto seco y conchas... encontrados en los alrededores de su residencia, en la colina de Gianicolo. Y es que Roma ofrece lo que los becados de cualquier disciplina demandan: constantes estímulos para los sentidos tanto de la ciudad, como de los compañeros con los que conviven y la beca les proporciona tiempo para pensar, construir, equivocarse, reformular los proyectos presentados y, sobre todo, para trabajar. Dos de ellos, la escultora Clara Montoya y el poeta Andrés Catalán, coinciden en la importancia de ese tiempo, como oportunidad solo para crear. "Saber que tienes nueve meses cubiertos", señala Montoya. Catalán, que además de poeta es traductor, incide en esa idea, en la libertad que le dio saber que iba a poder escribir sin tener que traducir, que es de lo que vive.
Los becarios comparten ideas, temáticas y elementos: el Tíber está presente en Eternotevere, una pieza de Juan Zamora; en Andante (Sinfonía),la creación poética de Catalán; el mármol sin cuya textura no sería la misma ciudad como se observa en las dos grandes fotografías de José Guerrero. Además, esta roca es claro testigo del paso de los siglos, lo que ha plasmado Montoya en un vídeo de 56 minutos en el que compacta una grabación de 24 horas en las canteras de Carrara. "Una de las grandes piezas de land art de la humanidad”, como las define el comisario, “y de las que ha salido media Roma”, añade. Pero no cesa ahí su trabajo con el mármol, justo en la entrada -y salida- de la muestra, hay dos cubetas con sendos experimentos. Metamorfosis son dos procesos que Montoya controla pero no decide sobre ellos, en uno se está formando una escultura de cobre y en el otro, al contrario, se está destruyendo un bloque de mármol, ella acelera la erosión con un ácido pero desconoce cómo crecerá la grieta que ya se ha formado.
La incesante construcción de Roma a lo largo de los siglos es otra de las constantes: el arquitecto Jaime J. Ferrer Forés está trabajando sobre los edificios de Luigi Moretti y Susana Arenilla, sobre los inmuebles de época fascista, intentando feminizar las grandes esculturas de cuerpos viriles símbolos de ese momento. Con la estructura de la Academia de San Fernando dialogan directamente las fotografías de Jesús Madriñán, que Blanco Lage ha querido sacar de la sala y situarlas en la escalera de la institución y en las que hablan de tú a tú con el resto de las obras que están siempre en este espacio.
El futuro no ha hecho más que empezar para estos artistas, también para los actuales becarios que duermen vigilados por el templete de Bramante y para los futuros ganadores de esta oportunidad, cuyo plazo de solicitud de estancia para el próximo curso ya está abierto. Tres momentos de futuro y de presente romano.
FUENTE:(http://cultura.elpais.com)
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